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El Gordo Rafa y la Suprema, pero de milanga
Cuando los que deberían impartir justicia se devoran una empresa familiar con tenedor libre.
Arranco con esto:
¿Qué puede salir mal cuando el que debe impartir justicia es el primero en violarla con una servilleta al cuello?
Vicentin.
Una empresa argentina con más de 90 años.
Una familia que hizo lo que ya pocos hacen: laburar, crear, exportar, dar empleo, levantar un pueblo.
Hasta que un día, a un presidente de pacotilla, un 4 de copas con voz de flema y una pinta de remisero que te cagas (nada personal con los remiseros) se le ocurre que expropiarla era una buena idea.
Se creyó estadista por cinco minutos y se pegó flor de cachetazo con la realidad.
Sale en cadena nacional con cara de “hice lo correcto”,
y cuando ve que lo están prendiendo fuego de todos lados, se justifica diciendo:
“Pensé que todos iban a salir a festejar.”
Literal.
¿Vos entendés del nivel de chabacanería que estamos hablando?
El nivel de bruteza, resentimiento, improvisación, atropello e ignorancia de la máxima figura de un país.
Alberso consideraba que robar una empresa familiar da alegría.
Pero lo peor no fue él.
Lo peor vino después.
Porque cuando no pudieron devorarla desde el Ejecutivo, mandaron a los de la otra mesa: la mafia judicial.
Como te diré una cosa:
Si la Corte que debe defender la ley es una banda de rufianes con toga, no estamos hablando de justicia. Estamos hablando de crimen organizado con sello institucional.
Y ahí aparece Rafael Gutiérrez.
Alias: el Gordo Rafa.
Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Que lo único de suprema que tiene, es la suprema ingesta de carbohidratos.
Un tipo que ya debería estar jubilado.
Por edad. Y por decencia.
Pero no.
Sigue bajando el martillo como si impartiera justicia,
cuando lo que reparte son fallos con olor a chanchullo y favores cruzados.
Y no está solo.
También está Daniel Erbetta.
Otro ministro de la Corte.
Otro prócer del poder que debería dar garantías, no garantías de choreo.
¿Querés más podredumbre?
Te doy:
• El yerno de Erbetta, Alexis Weitemeier, es socio de uno de los estudios que litiga contra Vicentin, representando a Grassi, un empresario que compró la deuda de la empresa por monedas porque ya sabía que la Corte no iba a homologar el concurso. Todos en el mismo lodo, manoseados.
• El hijo de Rafael Gutiérrez también aparece vinculado a otro estudio involucrado en la causa.
• Esteban Nofal, se hizo con parte de la deuda pagando apenas el 11% de su valor, mientras la propuesta de Vicentin era del 25%. ¿De dónde sacó la información privilegiada que no homologarían el concurso? ¿Quién le abrió la puerta?
Homologación que tiene todo el asidero, aval y proceder exitoso para que todo siga funcionando y los acreedores, cobrando. No había motivo alguno para que no se aprobara, más que la miseria humana y judicial de estos personajes.
Y por si faltaba algo, el juez local acaba de dictar la intervención judicial de la empresa.
Apartaron al directorio. Afuera los dueños, adentro la cuervada.
Se oficializa la cacería.
Todo listo para el banquete.
Por eso el tema del género me la suda. No importa si te cuelgan tetas o huevos. Lo que importa es si los jueces elegidos son los más lúcidos, honestos e incorruptibles.
Si los ojitos le brillan ante unos fajos de dólares, no son los indicados. Si los próximos 160 jueces designados son mujeres (fueron hombres en los últimos años), pues que lo sean siempre y cuando sean las más honestas, lúcidas e incorruptibles.
Y acá, vemos el mundo del revés.
La vergüenza no es de la víctima. Es de los perpetradores.
Y eso pasa acá también.
Hoy quieren que los directores de Vicentin, sus hijos, sus familias, caminen con la cabeza baja.
Que sientan vergüenza por una empresa que sostuvo pueblos enteros.
Que pagó sueldos. Que generó riqueza real.
Que hizo patria de verdad.
No.
No se equivoquen.
Los que deberían caminar con la cabeza gacha son los que callan.
Los jueces.
Los socios de los estudios.
Los que negociaron con información suprema judicial.
Los que tienen la boca cerrada por miedo, o peor, por conveniencia.
Si fueras mi cliente, te diría esto:
Empezá por cortar la cabeza del capo di tutti. No intentes limpiar toda la mugre. Empezá por la fuente. Porque cuando el capo cae, los demás se arrodillan solos.
Vicentin: un concurso avalado por sus propios acreedores, todo en condiciones para que la empresa siga operando, los acreedores cobrando y las miles de familias sosteniendo sus hogares gracias al empleo generado.
Lo que menos le interesaba a este mejunje de malandrines (ni siquiera catalogan como malandras, todo tan básico, tan rudimentario, tan obvio) eran los acreedores.
Lo único que les interesaba, era quedarse o desmantelar esta majestuosa obra generadora de valor y riqueza.
Por otro lado, observo una sociedad no sólo dormida, también un pueblo que muerde al que alguna vez lo alimentó.
La cizaña del resentido.
La crítica del que jamás creó un empleo.
Y por eso hoy escribo este mail.
Por respeto y honra a las generaciones que crearon esta grandiosa empresa. Por los directores y los hijos de esos directores.
Por las familias.
Por los trabajadores.
Por la dignidad del que produce.
Y por vos, que mañana podés ser el próximo.
A la familia Vicentin, solo resta dar las gracias.
Y les digo, caminen con la frente en alta, caminen con la dignidad y la grandeza del que creó fuentes de trabajo para varias generaciones y miles de familias. Eso en este hermoso y desafiante país, es enorme.
Porque esto no es solo Vicentin.
Esto es Argentina.
Y la pregunta no es “qué hicieron mal ellos” (apremios empresarios en una compleja Argentina, son parte del combo)
la pregunta es:
¿Cuánto más vamos a permitir que los verdaderos ladrones usen el martillo de la justicia para saquear lo que otros construyeron?
Y acá viene lo que no quiero callar:
La actitud propia del cobarde.
Hablo de algo mucho más grave:
Cobarde es el que se calla frente al saqueo.
El que se hace el boludo cuando ve que están violando la justicia y dice:
“Bueno, algo habrán hecho.”
“Yo no me meto.”
“A mí no me toca.”
Cobarde es el que no va de frente.
El que no defiende al que está cayendo -sin razón- cuando sabe que lo están empujando. El cobarde es tan cómplice como el que empuja.
Los que deberían sentir vergüenza son los que callan.
Los jueces.
Los socios.
Los oportunistas.
Y todos los cobardes del sistema que se tapan los ojos con la bandera.
No seas el que se calla mientras violan a la verdad con toga y martillo.
Moraleja:
El verdadero escándalo no es que quieran robarse una empresa.
El verdadero escándalo es que lo hagan desde un estrado judicial,
con toga, con título, con fuero, con amiguismo y con la complicidad de una sociedad muda que ya no se indigna.
Ya no es tiempo de prevenir el saqueo. Es tiempo de señalar a los que lo ejecutan... y a los que aplauden en silencio esta carnicería judicial.
Ah, cierro con esto;
El que calla no solo otorga: legitima al ladrón.
No se trata de evitar la tragedia. Se trata de no convertirla en costumbre.
Que tengas un gran día.
Bohurak.