Afuera hay ruido, sí.

Pero el que más aturde es el interno. Y está pidiendo que lo escuches.

 

Arranco con esto:

Las empresas le pagan a YouTube para que te muestre sus anuncios. Y vos le pagás a YouTube para no verlos.

Vivimos esquivando interrupciones. Saltamos publicidades, silenciamos grupos, bloqueamos lo que molesta.

Pagamos (con plata o con tiempo) para que no nos rompan.

Y sin embargo, el zumbido sigue. Porque el ruido más fuerte no viene de afuera.  

Viene de dentro.

Y ese, no lo podés pausar.

Como te diré una cosa:

Una hora sin tener que hacerte el sabio, el resiliente o el que ya lo tiene todo resuelto.

Una hora donde podés decir lo que pensás sin que te cancelen, sin que te juzguen.

Sin que te den un consejo trillado hasta el hartazgo o las típicas frasesitas pelotudas de Instagram.

O para, para, para…

Que te manden un reel de autoayuda de Gabriel Rolon (con ese tono lento, grave, melancólico que parece que te habla desde dentro de un ataúd con velas aromáticas (shoroooo mientras tipeo jejeje) ), de Claudio María Dominguez (mezcla de budismo, ovnis, el universo te ama y ese tonito zen de cotillón con sonrisa de payasito bueno y alegre) o uno de Mario Alonso Puig (tono acartonado de "te lo digo con amor” aunque con un aire de superioridad espiritual mientras te suelta, agravando la voz y achinando la mirada un; ¿Desde dónde estás eligiendo eso que elegís?).

Que sí, que muy elevaditos y es lo que el grueso de la sociedad compra, pero a mi esta gente me duerme más que una reunión de consorcio.

Mira,

Si me quiero dormir, me pongo un podcats de nuestro querido Gabo Rolon, ja.

Si quiero despertar, mejor me hablo a mi mismo sin filtros siendo sincero conmigo mismo. Y comienzo a hablar todo aquello que me callo. Que me trago y que se pudre por dentro.

Una hora sin hacer el personaje. Una hora con vos.

De verdad.

Si fueras mi cliente, te diría esto;

Querés que te escuchen, pero ni vos te estás escuchando.

Y eso no es una falla, es un síntoma.

De pensar lo que se espera que pienses. De agradar a tu entorno.

De tener tanto ruido encima que ya no sabés cuál voz es la tuya.

Estás esperando que alguien te entienda, pero vos ni siquiera sabés lo que te pasa.

No porque seas tonto.

Sino porque no parás. Y si no te detienes, ¿cómo vas a escucharte?

Una hora de conversación real no te resuelve la vida.

Pero puede devolverte una parte de vos que perdiste por el camino.

Una hora conmigo no es terapia.

Es un bálsamo para sincerarte con quien más te cuesta: con vos mismo.  Un espacio sin pose para mirar de frente tus miedos, tus enojos, tus impotencias o eso que venís postergando hace años. No para resolverlo todo, sino para empezar a escucharlo sin miedo.

En breve abro la agenda para sesiones uno a uno. Una conversación sin máscaras. Donde no vengo a decirte qué hacer. Ni vos venís a demostrar nada.

Yo pongo la oreja. Vos ponés tu honestidad. Tu presencia.

Tu sinceridad. Tus limitaciones y todo lo que te aqueja.

A eso sí vale la pena pagarle.

Moraleja:

El algoritmo no te conoce. Yo tampoco.

Pero si venís, capaz entre los dos encontramos eso que vos sí estás buscando.

Que tengas un gran día.

Bohurak.

PD; el valor de la sesión está ajustado a Argentina y a mi Reconquista natal, donde el precio del tomate, la palta y la nafta hacen que Londres parezca un outlet o que comprar unos trozos de salmón, unos paquetes de arroz Carnaroli y un buen Malbec, cuesten lo mismo que una escapada desde Barcelona a París con desayuno incluído. Asi que tranquilo, el precio no será en euros. Será en lógica. Y en empatía.